lunes, 2 de septiembre de 2013

Señorita Canela

Siempre fue así... un poco encachimbada por cositas mínimas. No entendía por qué no le enternecían los niños, los girasoles y otras cursilerías. Era aspera. 

Señorita Canela trataba de mantener una sana distancia con algunas personas, no fuera a quererlas demasiado, "una se lleva cada lágrima"... al fin y al cabo las lágrimas ajenas poco la conmovían, a menos que fueran realmente necesarias para no morirse con un sentimiento atrevesado. 

Amaneció aquel lunes totalmente indispuesta, en el bus un niño, que no tenía control de su propio cuerpo, la golpeo todo lo que pudo, hasta que ella le clavó una mirada inquisidora, heredada de Herodes. La madre del crío insolente y malcriado entendió la mirada y lo apartó. 

Al aterrizar a la oficina se vio obligada a participar de un acto religioso que sintió vacío y carente de sentido, "está bien si ellos quieren participar" pensó mientras trataba de trasladar su  mente a otro lugar menos lleno de aplausos y eufóricas declaraciones de dependencia. 

El almuerzo no fue mejor, "por si les interesa... en la edad media era buena solución sacarlos a la calle y prenderles fuego" para darles la solución real a una estupidez. 

Se sentó frente  a la computadora y buscó algo que la calmara, que trajera de regreso a la buena que habitaba en ella. 

Señorita Canela es un peligro para la mujer que habita, esa que se enfunda en pantalones negros y blusas flojas, esa medio choca, la que le cuesta terminar un librito de morondanga, es un peligro para esa que cocina, ve tele, que quiere a un tipo igual de zamarro que ella... Señorita Canela es un peligro... quiere salir y mandar a todos al cuerno.

No se imaginan lo difícil que es vivir con ella en mi interior.  

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