miércoles, 30 de enero de 2013

Deseo un día de 36 horas

(versión poética de mis prisas)

Mientras me ducho pienso
en todo lo que me espera por ser escrito
en las fuentes de verificación
en los "dead line"
en lo que no me han entregado
en lo oscuro de mi trabajo.

Me aterrorizo,
me da miedo saberme máquina productora
sin espacio para la música
para los pájaros
para las estrellas cada noche.
Me aterrorizo
de las 24 horas que no me alcanzan.

Mientras el agua baja por mi cuerpo pienso
que mis días deberían de tener 36 horas,
entonces tendría 12 horas para vivir,
podría terminar los libros que hace meses inicié,
saldría a caminar hasta encontrarme con el lago,
me daría el bárbaro lujo de viajar más,
buscaría la forma de prodigarte un beso al día.

En cambio,
estoy limitada en estas 24 horas
que no me dan lo suficiente para dormir decentemente
que no logro salir de encuestas, sondeos y evaluaciones
que esas 24 horas me ahogan con su calor,
con su falta de tacto, con sus groserías.
Me dejan siendo un rezago de persona,
un ente sin color.

Quiero un día de 36 horas
no varios, no todos....
uno tan solo.
Un día de 36 horas
que me permita, sin prisas,
amanecer a tu lado
y tener, por doce horas,
la idea de normalidad.


lunes, 28 de enero de 2013

Inicio y final

El temible ruido de la semana
llega sin piedad,
me asusta con sus garras
me abruman sus horas próximas ,
es tan difícil enfrentar la vida
con vos tan lejos.

El estruendo del pasado
sumado al sinsabor de un futuro incierto
me recuerda solo a los sueños
que me ha tocado enterrar
en los últimos meses,
es tan difícil sobrellevar esos lutos
sin tus besos.

La irreverente luz del amanecer
me sorprende queriendo más oscuridad
me abandona la luna
se esconden las estrellas,
la vida no se detiene
aun si lo deseo así,
es tan terrible no tener tu abrazo
en estos momentos.

Pero ante todo este miedo,
ante toda esta desesperanza,
ante toda la incertidumbre...
aparece tu mejor recuerdo,
tu mejor consejo,
el ganador de todos los besos que me has dado
entonces decido guardar todo el espanto,
enfrentar esta vida,
y esperar a que termine esta semana
para atrincherarme en tu abrazo.

miércoles, 23 de enero de 2013

Historia de dos necios II


II
El sol estaba bien alto cuando alcanzó a escuchar que alguien tocaba la puerta. Le dolía la cabeza y al sentarse toda la habitación le dio vueltas, todavía estaba medio ebrio y pronto llegaría la resaca. ¿Quién estaría tocando la puerta a esas horas? No quería imaginarse cuando ya estuviera abierta la botica, aquello sería habitual.  “Ya voy!” musitó cuando escuchó que se reiniciaban los golpes en la puerta.
Alcanzó a llegar a la puerta y preguntó quién era.
-          Buenos días don Manuel, soy yo, don Roberto
Don Manuel empezó a abrir la puerta para que el hombre entrara. Ahí estaba don Roberto, con sus lentes de carey gruesos, junto a él estaba otro hombre, los tres eran contemporáneos, pero el tercero parecía un poco más joven.
-          Le presento a don Fidel, él es don Manuel, el nuevo boticario.
-          Mucho gusto – le dijo don Fidel al estrecharle la mano
-          Mucho gusto – murmuró don Manuel
-          ¿De goma? – preguntó don Fidel
-          Algo… - logró murmurar don Manuel mientras se dirigía al patio de la casa
El inmueble era un desastre, se trataba de una casa antiquísima y que había estado deshabitada durante mucho tiempo, hasta que don Manuel la encontró y vio su potencial; era de esquina, donde la entrada principal de madera daría acceso a la botica, luego de esa sala, la casa era amplia y fresca, con un patio central el cual era rodeado de un corredor que daba a varias puertas. Don Fidel y don Roberto se quedaron reconociendo el territorio, mientras escuchaban a don Manuel vomitando al fondo del patio.
-          Habrá ido a la cantina anoche después de la función del cine – comentó don Roberto – porque ahí lo vi y le dije que hoy vendríamos a ayudarle.
La ayuda era necesaria, los años de abandono tenían la casa en una situación lamentable, el piso de los corredores se había levantado debido al crecimiento de las raíces de unos árboles de aguacate cercanos, las paredes se estaban descascarando, dejando al descubierto partes del esqueleto de bajareque y el polvo reinaba en toda la casa. Don Manuel apareció en la puerta que daba a la botica.
-          ¿Mejor? – preguntó don Fidel, mientras veía al hombre tratando de recomponerse la vestimenta y el ánimo.
-          Mejor – contestó a secas don Manuel.
-          Veo que conoció la cantina del pueblo – dijo don Roberto viendo a don Manuel por sobre el aro de sus lentes.
-          Sí, lugar muy pintoresco – dijo sonriendo don Manuel
-          Bueno, ya habrá tiempo para hacer una visita juntos – dijo entusiasta don Fidel.
-          Ya habrá tiempo, ¿verdad don Roberto?
-          Lamentablemente no podré acompañarles, no bebo.
Don Fidel tenía una expresión de lamento sarcástico ante la declaración de don Roberto, a pesar de saberlo desde hace mucho tiempo; era cierto, don Roberto no bebía bebidas alcohólicas.
-          Tendremos que ir sin usted don Roberto – concluyó don Fidel poniéndole la mano sobre el hombro a manera de condolencia.
-          No hay problema, pero bueno… don Manuel, venimos a ver en qué le podemos ayudar como le dije anoche.
-          Gracias, bueno… lo primero que hice fue sacar toda la basura que encontré al llegar.
-          Ah! ¿ya la sacó? Creí que no – dijo don Roberto con ese tono irreverente que lo caracterizaba.
-          No le haga caso don Manuel – refutó don Fidel – yo sugiero que empecemos unos a barrer todo este polvo, parece alfombra blanca la que tiene aquí, tenemos que ver dónde necesitaremos repello para las paredes.
-          También hay que sanear el piso para devolverlo a su puesto.
-          Para mientras yo voy a ir poniendo en orden las cajas que me han estado llegando para la botica.

Los tres hombres se pusieron cada uno a su labor, trabajaron arduamente durante casi una semana, la niña Carmen y la niña Vilma, esposa y hermana respectivamente de don Roberto se encargaban de llevarles alimentos mientras estaban en aquella ardua tarea de devolver a la vida ese enorme caserón.
-          ¿Usted también es soltero? – preguntó en una pausa del trabajo don Manuel a don Fidel.
-          Sí fíjese, no mucho me cuadra eso de formar una familia.
-          Este es un solterón empedernido – intervino don Roberto – si viera cómo tiene enamoradas, pero con ninguna se decide.
-          Es que yo quisiera complacerlas a todas, pero como no se puede… a ninguna.
Don Manuel ya había percibido el espíritu desfachatado de sus dos ayudantes, el comentario de don Fidel le dio risa.
-          Y cuéntenos don Manuel ¿de dónde es que viene usted? – le preguntó de golpe don Roberto.
-          Ah… yo vengo de bien lejos
-          Pero… ¿es salvadoreño?
-          Sí, eso sí, solo que estuve un buen tiempo fuera del país, al regresar decidí buscar un pueblito donde poder vivir tranquilo, no quería regresar a la capital.
-          Mire, en eso ha acertado aquí – dijo don Fidel – aquí sí que no pasa nada, es bien tranquilo.
-          Eso pude percibir desde el primer momento – dijo con satisfacción don Manuel – por eso rapidito busqué instalarme.
-          ¿Era boticario donde estaba antes? – preguntó don Roberto.
-          La mera verdad, es que no, estuve aprendiendo y creo que leyendo e investigando lograré cumplir con la profesión, al menos  espero no despacharme a algún cristiano.
-          Bueno, si quiere leer e investigar tiene que ir a la librería de la niña María, si no tiene lo que anda buscando, ella se rebusca para conseguirle la literatura adecuada – aconsejó don Roberto – ¿la conoce usted don Manuel?
-          Sí sé quién es. Tiene la librería  a unas tres cuadras de aquí, ¿verdad?
-          Eso sí es cierto – confirmó don Fidel – el año pasado yo andaba buscando un libro sobre Derecho Romano y se lo pedí a ella, a la semana ya lo tenía.
-          ¿Es usted Abogado don Fidel? – preguntó don Manuel
-          Sí, como mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo, también mi hermano mayor es abogado.
En realidad, don Manuel trató de desviar la conversación sobre la dueña de la librería para no evidenciar su gusto por la mujer que había estado observando una noche antes, pero don Roberto vio un mínimo gesto que logró levantar sus sospechas sobre este forastero recién llegado; “interesante” pensó para sí mismo, viendo cómo don Manuel le daba vuelta a la plática para no preguntar más sobre la mujer.
-          Cuando quiera ir a la librería, avíseme don Manuel, así aprovecho de ir con usted, necesito buscar unos libros para José.
-          ¿José es su hijo?
-          Sí, acaba de empezar las clases, lástima que la niña María ya no es maestra, me hubiera gustado que ella le diera clases al niño, era excelente pedagoga, para mí que ella debía haber llegado a ser la directora de la escuela.
-          Para abrir la librería fue que dejó la docencia – añadió en tono distraído don Fidel, quien todavía no había caído en la cuenta de la pequeña trampa que don Roberto le estaba tendiendo a don Manuel.
-          Pero mire… bien le ha ido con la librería, don Alberto estaría orgulloso de ella si la viera.
-          ¿Don Alberto es el padre de ella?
-          No… era su esposo, murió hace tres años – aclaró don Fidel mientras le daba la última mordida al almuerzo que compartían.
-          Ah… es viuda entonces – dijo en tono bajo don Manuel, sin apartar la mirada del piso de la casa.
Don Roberto lo estaba observando en silencio, había confirmado sus sospechas con aquella conversación.
-          Sí, perdió a su marido, pero ha quedado claro para todos en el pueblo que no es que le haga demasiada falta, es una mujer bien independiente – concluyó don Roberto, con una sonrisita de gato – por cierto que la noche que estrenamos la película de Cantinflas fue a la función, tal vez usted ya la vio.
-          No recuerdo haberla visto, soy algo distraído don Roberto, suelo no fijarme en la gente demasiado.
-          No crea, es bien fácil fijarse en ella – insistió don Roberto, para ver si lograba sacar algún dato más sobre don Manuel, quien se quedó pensativo, tratando de rescatar el recuerdo de la nuca de aquella mujer que lo inquietaba.
-          Bueno, si quiere vayamos a la librería el sábado en la mañana, tal vez encuentro algún libro que necesite – dijo don Manuel.
-          Lo paso a traer entonces, no vaya a ser que se nos pierda.
-          Buena idea – añadió don Fidel, que para entonces ya había captado la malicia de don Roberto sobre el tema.
Los tres hombres recogieron los platos del almuerzo y los colocaron en la cesta en la que se los habían llevado y reiniciaron el trabajo. En pocos días la casa había adquirido un poco más de dignidad, ya habían repellado las paredes, el suelo estaba más limpio y las grietas habían sido curadas con argamasa, aunque no había quedado estéticamente bien, su apariencia le hacía recordar a don Manuel los mapas escolares. La botica también estaba casi a punto para ser abierta, los estantes de madera sostenían los blancos y grandes potes de porcelana, en esos días habían llegado también algunos comerciantes de plantas, para negociar las condiciones de abastecimiento, incluso la niña Tomasita había pedido a uno de sus innumerables nietos que por favor la llevara a la nueva botica para conocer a don Manuel.
-          Le voy a traer unas recetas de brebajes que bien le pueden servir, oye? – le dijo la niña Tomasita al despedirse de una brevísima visita a don Manuel.
-          Gracias – dijo don Manuel, pero más por la brevedad de la visita que por el ofrecimiento.
-          Prométame que va a cuidar la salud del pueblo don Manuel – dijo en tono de súplica la viejecilla.
-          Mire niña Tomasa, acuérdese que es tarea conjunta entre los doctores y boticario, pero haré mi mejor esfuerzo.
Parecía que día con día don Manuel iba ganando terreno en el ecosistema de aquel pueblo perdido.

sábado, 19 de enero de 2013

Si yo no tuviera tan podrido el corazón...

si tan solo quedaran fuerzas en él para querer,
estoy segura, te amaría así como estaba acostumbrado,
inmesurablemente.

Pero resulta que el amor es una cosa demasiado complicada,
demasiado llena de frutas podridas,
contiene en su piel

demasiado drama rezagado que no quiero acoger.

Puede ser que el corazón se me detuvo en el último amor
y dejó claro que ya no quiere sufrir,
porque discúlpeme, estimado señor
pero a veces nos hacen sufrir demasiado y una debe aprender a vivir.

Y de verdad, a veces, a esta justa hora
me dan ganas de tener la misma capacidad de enamorarme

que tuve a mis veintitantos
y luego amarte con todos tus errores,
porque no hay otra forma de amar a un hombre
si no es por sus horribles secretos
o sus imperdonables cicatrices del pasado.

De verdad quisiera.
Sería tan lindo escuchar lo que grita el mar,
o lo que me murmuran las estrellas
o lo que me señalan las montañas...
sería genial no ser la que soy
sería genial que vos aparecieras en otras circunstancias.

En cambio,
que me abrace la noche,
que me encuentre el sueño
que a vos te regale, la vida, 
toda la alegría.

(280512)

miércoles, 16 de enero de 2013

Trashumante

Soy como el sol,
nunca me detengo
soy como la luna
algunas noches me ves
otras solo sabes que existo.

Errante
vagabunda
nómada...
trashumante,

Escribo paisajes
vivo poesías
arranco nubes
vuelo mariposas.

En medio del torbellino,
tu piel.
En medio del tiempo,
tus manos.
En medio de mi camino,
encontrarte.

Irrumpo en tu pensamiento,
irrumpo en el lugar menos pensado,
irrumpo como el trueno seco,
duermo en el cuenco de la mano del tiempo.
duermo luego, cansada de tanto caminar.

sábado, 12 de enero de 2013

Quedarse

Dos formas de vivir.
Irse o quedarse,
con vos o sin vos
conmigo o sin mí.

El tiempo solo se define a sí mismo
no me define a mí, 
no te define a vos.
"Yo quiero quedarme".

Hay tantas formas de vivir
y todas se reducen a una decisión. 
"la decisión tomada es la mejor" - insistía mi padre -
pero el misterio siempre se me hacía más enorme 
más incomprensible, más detestable.

Y este miedo de irme o quedarme
no vive en tu piel, ni en tus ojos, 
ni en tu personalidad de viento,
este miedo reside conmigo desde antes de nacer.

Y esta noche que me cubre
no es la misma de ayer, ni la de hace dos o diez años,
la diferencia radica en la forma en que vivo sus estrellas
en los deseos que formulo para sus estrellas fugaces.
en la vida que he acumulado en mis manos luego de tu abrazo.

Irme o quedarme
no es lo importante,
al final siempre me iré.

miércoles, 9 de enero de 2013

No escribir

es como no tener voz, ni cuerpo, ni espacio.
Como no contarte historias de mañana,
ni encontrar ninguna excusa
suficientemente buena para existir,
para respirar, para luchar por la vida.

No escribir es no tener tiempo, ni ojos para ver el horizonte,
es como haber extraviado sueños, pasos y caminos,
como no tener fuerza para dar cuentas claras
a la soledad, ni a las estrellas, ni a la esperanza.

A veces he pensado que aprender a leer y a escribir
fue mi perdición,
que encontrar a los poetas y los narradores
fue el regalo que se me dio al nacer,
que al conocer historias, amores y tragedias
de alguna manera vivía de otra forma,
transmutada en princesas, leyendas y volcanes.

Porque al escribir no soy yo,
es otra piel la que exhala placeres,
son otros los dedos los que acarician las letras,
son de otra los ojos testigos de las personas que amo.
Al escribir doy a luz a los hijos que jamás criaré,
descubro otro mundo donde no poseo miedos,
donde las flores nunca mueren,
donde la lluvia cae serena sin causar daños,
donde puedo recuperar a la niña que una vez fui.

Pero llega un día,
un día cualquiera,
donde el ruido es demasiado,
donde la gente no comprende de mi necesidad de escribir
donde la confusión es extralimitada
entonces, dejo de escribir
y cuando el silencio se instala,
cuanta incertidumbre me arrastra,
en definitiva, no encuentro paz.

Debo escribir,
me lo dicen tus manos,
también me lo susurran tus besos en los mejores consejos,
te aseguras de mandarme el viento adecuado,
en él vienen agarradas las palabras
que quedan plasmadas en mi piel.

miércoles, 2 de enero de 2013

Cuento de fósforos

Esta es la historia de un fósforo, él era igual como otros tantos millones y millones de fósforos en el mundo, había nacido con un solo cometido en la vida, solo que no sabía qué era "eso" por lo que había nacido.

A lo mejor daría lumbre a un pebetero para alumbrar la negra noche de refugiados, o tal vez encendería un fogon espléndido que ayudaría a alimentar a errantes por el desierto, o a lo mejor encendería las velas de algún rezo devoto en alguna parroquia.

Pasaban los días y mientras esperaba su turno en su cajita, junto a otras decenas de fósforos, se iba despidiendo de cada uno de sus congéneres con un tierno "que brilles con fuerza..." y así les deseaba el destino glorioso para el cual él estaba preparándose y reservándose.

A medida que pasaba el tiempo, los fósforos de la caja iban desapareciendo, quedaban unos pocos. Nuestro héroe fósforo entraba en ataques de ansiedad, sentía que su destino glorioso se acercaba, sus congéneres habían sido utilizados para los beneficios más sublimes, pero también, algunos, se habían iluminado brevemente para extinguirse sin pena ni gloria. "Eso no pasará conmigo" pensaba el rojo fósforo.

Una noche, nuestro fósforo tuvo conciencia exacta en el momento en que alguien tomó la cajetilla, la agitó para comprobar la existencia de los artilugios luminosos, los tres o cuatro fósforos que quedaban se abrazaron emocionados, el tiempo de uno de ellos había llegado, se abrió la compuerta de la cajita... unos enormes dedos masculinos se acercaron y tomaron a nuestro fósforo... con delicia y éxtasis dijo adiós a sus compañeros, fue tomado por el extremo contrario a su cabeza, fue colocado sobre la rojiza lija para ser frotado y en el mismísimo momento de iniciar combustión, mientras pensaba en su fugaz destino... su palito se quebró.

Hace tiempo ya


“Un día encuentras a un tipo común
que canta con el alma, que escribe
 y te deja sin palabras
y así te das cuenta
que te has enamorado.”
@Niriel08
Tuit que pasó por ahí y que me impactó.

Hace tiempo ya
se me ocurrió ir a tomar un café.
Decir eso es como decir que respiraba,
en nada cambiaba mi día, mi hora, mi vida.

Hace tiempo ya, miento,
ese día en particular, con ese café en particular
decidí escribir sobre lo que me rodeaba.
Decir eso es como decir que siempre escribo sandeces
cuando estoy triste, cuando estoy alegre, cuando algo me gusta,
en nada cambiaba mi día, mi hora, mi vida.

Hace tiempo ya
decidí no ver a los lados,
de manera trágica veía como la vida florecía,
y la odiaba.
Pero decir eso, es como decir que cada día me levanto por la mañanas,
porque resulta que soy una odiosa, una arpía, una inconsecuente con el amor,
de la manera más natural que puedan imaginar.
Decir eso era solo el resultado de una ausencia que no podía definir,
decir eso era solo una necedad de mi corazón,
en nada cambiaba mi día, mi hora, mi vida.

Hace tiempo ya
decidí encerrarme, cancelar la función,
apagar el sol, cantar solo tristezas o espantos,
enrollar el cielo y botar las estrellas.
Decir esto no afectaba en nada a nadie,
Era un secreto bien guardado, solo respiraba,
En nada cambiaba sus días, sus horas, ni sus vidas.

Entonces…
te acercaste y me dejaste un mensaje.

 (260712)