miércoles, 2 de enero de 2013

Cuento de fósforos

Esta es la historia de un fósforo, él era igual como otros tantos millones y millones de fósforos en el mundo, había nacido con un solo cometido en la vida, solo que no sabía qué era "eso" por lo que había nacido.

A lo mejor daría lumbre a un pebetero para alumbrar la negra noche de refugiados, o tal vez encendería un fogon espléndido que ayudaría a alimentar a errantes por el desierto, o a lo mejor encendería las velas de algún rezo devoto en alguna parroquia.

Pasaban los días y mientras esperaba su turno en su cajita, junto a otras decenas de fósforos, se iba despidiendo de cada uno de sus congéneres con un tierno "que brilles con fuerza..." y así les deseaba el destino glorioso para el cual él estaba preparándose y reservándose.

A medida que pasaba el tiempo, los fósforos de la caja iban desapareciendo, quedaban unos pocos. Nuestro héroe fósforo entraba en ataques de ansiedad, sentía que su destino glorioso se acercaba, sus congéneres habían sido utilizados para los beneficios más sublimes, pero también, algunos, se habían iluminado brevemente para extinguirse sin pena ni gloria. "Eso no pasará conmigo" pensaba el rojo fósforo.

Una noche, nuestro fósforo tuvo conciencia exacta en el momento en que alguien tomó la cajetilla, la agitó para comprobar la existencia de los artilugios luminosos, los tres o cuatro fósforos que quedaban se abrazaron emocionados, el tiempo de uno de ellos había llegado, se abrió la compuerta de la cajita... unos enormes dedos masculinos se acercaron y tomaron a nuestro fósforo... con delicia y éxtasis dijo adiós a sus compañeros, fue tomado por el extremo contrario a su cabeza, fue colocado sobre la rojiza lija para ser frotado y en el mismísimo momento de iniciar combustión, mientras pensaba en su fugaz destino... su palito se quebró.

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