sábado, 29 de diciembre de 2012

Nunca pude decir "nosotros"


Fue difícil, el otro nunca entendió
que necesitaba silencio,
que necesitaba distancia
y me convertí en un fantasma.

Reclamos, comentarios hirientes y heridos,
no entendían que estaba protegiéndome,
que debo cuidar mi corazón,
que debo rescatar mi inocencia cuando se empantana,
que debo ser "yo" y no "nosotros".
Por muchas razones
fui señalada
fui acusada y juzgada.
Pensaron que me dañaban
al largarse cansados de tanto grito callado.

Y yo volvía a ser "yo".

Uno, el más joven, el día que se marchó
presagió el ahora.
"No te deseo el mal - dijo-
solo el mismo dolor que provocás".

Este cansado domingo
me dejaste en silencio,
ese silencio al que yo condenaba a los amores de pacotilla.
He pagado con creces mi desamor,
he pagado con creces tanto desamor.

(161212)

Complicado

"Su corazón está lastimado, pero aún está ahí... 
eso es lo bueno"


Lo complicado en las relaciones interpersonales, no importando el tipo que sean, no es la relación en sí misma. No.

Lo complicado radica en lo que sentimos, eso es lo que nos complica la vida de vez en cuando, por supuesto hay muchas formas de enfrentar eso que sentimos, cada una de las personas tiene una forma distinta de enfrentarse a esa parte no tan agradable, a esa parte que ocultamos, esa parte que lastima o complica a otros.

Está bien. 

Es lo bueno que exista esa otra parte que se llama libertad, independientemente si somos los lastimadores o los lastimados, la libertad nos otorga la delicia del perdón (propio y ajeno). 

Solo que uno es necio y trata de huir del dolor, cuando este solo debería de ser visto como una oportunidad de crecimiento, pero no... huimos de él y firmamos cartas acuerdos, pactos equívocos, negociaciones infructuosas y no nos damos cuenta que es uno el que juega con los destrozos originales. 

Pero el tiempo es benévolo y debería de hacernos entender lo que otros no pueden. Es la gracia de aprender.

Yo tengo mucho que aprender, a veces soy un ser estúpidamente esperanzado, luego me convierto en una arpía desalmada y por ratos solo existo, sin expectativas de nada, sin esperar nada, sin nada que temer tampoco. Pero a pesar de todo eso que tengo que aprender y que más de alguno se burlaría de mis carencias y de mis miedos, al menos soy consciente de eso que me falta y que no está en otra persona, sino en mí misma. Empiezo a descomplicarme, que no es lo mismo que deje de querer a las personas que quiero, sino que las empiezo a querer a distancia prudente. Después de todo, ante lo complicado, tenemos el derecho de proteger lo que queda de nuestro corazón.

(241212)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Historia de dos necios I


Don Manuel era un hombre entrado en los años 30, no era viejo… tampoco joven, cuando llegó, era un misterio de dónde venía, solo había aparecido de la nada un día en el pueblo, después de preguntar y recorrer el territorio al fin se asentó en una casa de esquina y decidió abrir ahí una botica, oficialmente desde ese tiempo sería el boticario.

La niña María era viuda, un poco altiva y el complejo de mujer chiquita había forjado su carácter independiente y autosuficiente, no se llevaba con nadie, era huraña desde siempre y no contaba a nadie su vida. Tenía pocos amigos de confianza, aunque había vivido siempre en aquel pueblo; un tiempo fue maestra y aunque le gustaban los niños, nunca tuvo hijos cuando estuvo casada, su esposo había muerto en circunstancias muy extrañas tres años  atrás.

Don Manuel tenía un rostro muy afable, era risueño y tenía la facultad de caer bien a primeras, pero nadie sospechaba que mantenía mecanismos de defensa que lo hacían un hombre impermeable en sus emociones.

Ella no sentía desde hacía mucho tiempo una simpatía especial por nada, ni por nadie, sentía un afecto medido y distante con su familia de la cual se había desprendido el día de su casamiento y que cuando enviudó, prefirió quedarse en su casa y no regresar, disfrutaba mucho la soledad y el tierno arrulló de los boleros que escuchaba en un tocadiscos enorme.

La primera vez que se vieron fue en el viejo cine del pueblo, iban a pasar esa noche una película de Cantinflas y cada uno decidió ir  a verla, sin saber que se encontrarían con el otro.
El cine no era más que una casa enorme, con sillas plegables de madera, muy incómodas, al fondo del salón estaba una enorme lona blanca sostenida con lazos desde el techo, donde eran proyectadas las películas una vez a la semana; de alguna manera, ese remedo de sala de cine era otro punto de encuentro en el pueblo, a parte de la iglesia, la cantina y la unidad de salud. Como era de suponer, todos esos lugares estaban alrededor del parque central.

Aquella noche ella se puso un vestido negro con diminutas flores de colores que le daban un poco de brillo, como era menuda de cuerpo el enorme vestido hasta el suelo era nada más una excusa para imaginar que ella en realidad no existía. Todos en el pueblo pensaban que sufría desde que se quedó viuda, pero no era así, se sentía feliz y satisfecha con la vida que tenía, esos tres años le habían servido para pensar en qué quería para ella misma, no tenía obligaciones ni responsabilidades más que consigo misma. Al poco tiempo que su esposo murió decidió abrir la única librería del pueblo, el negocio ocupaba la primera sala de su enorme casa, los libros no estaban dispuestos solo en libreras, era tan grande la cantidad de éstos que la mayoría estaban apilados sobre el suelo, sobre unas cuantas mesas de madera formando pilares de ediciones olvidadas, estaban dispuestos en tal desorden que aquello parecía un laberinto intelectual.

Él se puso su traje café para la ocasión, decidió ir a distraerse un rato pues todavía estaba en el trabajoso afán de ordenar la botica y eso lo tenía con algo de tedio, recientemente habían llegado por correo los potes para cada una de las plantas y sustancias propias de un farmacéutico, don Manuel nunca había ejercido el oficio aquel, pero estaba entusiasmado y había estado leyendo vorazmente un libro sobre el tema, no le parecía demasiado complicado aquello de preparar remedios, era cuestión de seguir las recetas, ya había hablado con los dos doctores y con el dentista del pueblo, para anunciar la apertura de su botica, pues antes de eso, todos tenían que ir hasta el siguiente pueblo para procurarse remedios o recurrir a la niña Tomasita, la viejita que ya se dedicaba a robar oxigeno sobre esta tierra, ella les recomendaba alguna planta medicinal, pero como la niña Tomasita iba cada vez en detrimento de su humanidad ya no se confiaba mucho en su criterio, no fuera a ser que resultara peor el remedio que la enfermedad, así que la llegada de don Manuel y la apertura de su botica le cayó muy bien al pueblo.

Ya las personas más osadas habían pasado un interrogatorio a don Manuel, para ver si podían averiguar de dónde venía y cuáles eran sus referencias y referentes, pero poco habían podido averiguar, lo que estaba claro era que estaba soltero, o al menos eso se asumió porque llegó solo, sin mayor equipaje, más que una valija vieja y algo polvosa que aparentaba llevar en su interior insinfinidad de cosas, lo cual no era cierto, pues solo llevaba dos mudas de ropa, tres libros y una pistola del siglo pasado, más ornamental que letal.

Aquella noche estaba fresca, como todas la noches en los pueblos que están incrustados en las montañas; antes de salir, ella tomó su chal y su monedero que contenía el dinero que había reunido después de haber vendido tres libros esa tarde. Él al salir de su casa se aseguró de dejar bien puesto el cerrojo y el candado e inició su silente caminata hasta el cine.

Al llegar ella pidió su entrada en la boletería, lo pagó y entró a la sala de espera, no sintió la presencia del hombre que estaba justo detrás de ella esperando su turno para comprar su entrada. Él la vio, le llamó la atención su moño hecho de trenzas, la nuca limpia de ella, el inicio de su vestido. No le vio el rostro. Repentinamente sintió un estremecimiento. “Calma” pensó para sí mismo, mientras veía cómo ella compraba su boleto. Tuvo que respirar hondo para recomponerse y hablar normalmente con la señorita de la boletería.

Entró a la sala de espera, justo en el momento en el que empezaron a revisar los boletos para entrar a la sala de proyecciones, alcanzó a ver a la mujer cuando entregaba su boleto y entraba a la siguiente sala. “Viene sola” pensó para sí. En ese momento apeló a su raciocinio y concluyó que aunque ella fuese sola, él no se le acercaría, no le hablaría, no pasaría nada extraordinario que pudiera procurar un encuentro cercano.

La niña María entró a la sala buscó un asiento en medio, ni muy adelante, tampoco muy atrás, durante la semana había estado meditando en si era conveniente ir o no a la función, siempre se encontraba alguien que insistía en sostener una conversación que ella no deseaba bajo ninguna circunstancia. “Calma” pensó para sí misma, el mundo no iba aquella región despoblada  deseaba, tenía que aprender a ser tolerante y aceptar que la gente siempre busca las excusas más inverosímiles para hablar estupideces. Ellos eran así, ni modo.  Se había hecho a la idea de saludar de manera amable si le hablaban, no iba a haber más remedio. Estaba sumergida en ese pensamiento cuando sintió que un hombre se sentó en el asiento contiguo al suyo, solo que en la fila anterior a la suya. Casi instintivamente giró su cuello unos cuarenta y cinco grados para echar una miradita de reojo, la presencia de esa persona no le parecía conocida, ella conocía a la mayoría de habitantes del pueblo y ese hombre no estaba en su registro. La miradita duró unos breves segundos y le bastaron para saber que era un desconocido. Se acomodó en su silla y se concentró en la pantalla donde habían empezado a salir las letras de presentación de la película.

La película transcurrió entre risas y es que Cantinflas es infalible en el oficio de sacarle la melancolía a cualquiera a golpe de palabras, era una suerte que don Roberto, el dueño del cine, pudiera conseguir las películas tan pronto para pasarlas en el pueblo, apenas habían pasado dos años desde que “El portero” se había estrenado en los mejores cines de San Salvador y ellos ya habían tenido la oportunidad de ver tal obra de arte en su pueblo.

Al finalizar la película todos los asistentes buscaron la salida, don Manuel estaba a la orilla del pasillo central cuando la niña María pasó a su lado, vio su silueta, era pequeña y percibió el olor de su ropa muy limpia. Le dio el paso y luego la siguió. Ella pudo ver la silueta del hombre que se sentó justo detrás de ella, le pareció alto, claro que a ella todos le parecían altos debido a su escasa estatura. Misteriosamente sintió curiosidad. Nunca lo había visto. “será un forastero de paso por el pueblo” pensó. Al salir a la sala de espera, donde ya había más luz, escuchó que don Roberto saludó al desconocido:
- Don Manuel, que bueno que vino hombre!
- Gracias don Roberto, me acordé que me dijo que hoy era la función, vine para distraerme un rato, la casa está hecha un desastre todavía.
- Hombre, no se preocupe, mañana le vamos a ayudar un rato, le voy a decir a don Fidel que nos eche una manita también.
- Se le agradece.

La niña María alcanzó a escuchar la conversación antes de salir a la calle, “no está de paso” pensó. En ese instante le cayó el veinte, a ella qué le importaba todo aquello. Siguió su camino a su casa, al llegar se prepararía un café y leería gran parte de la noche, como era su costumbre.


Al salir del cine don Manuel logró ver que ella cruzaba la esquina, caminaba sola y a un paso regular. Empezó a caminar hacia su casa, caminaba solo y a un paso rápido, el recuerdo de esa mujer en vestido negro y flores le duró cinco segundos y luego cayó en la cuenta que deseaba una cerveza

...

Siempre me pregunté cuál era la mejor manera de amar a las personas.
Tengo 35 años y aún no lo sé.

Esto no debería de ser demasiado terrible, pero sucede que mi cabeza me exige coherencia
mientras que el corazón es un niño berrinchudo que quiere estallar.
Es difícil amar.

Siempre me pregunté cuál era la mejor manera de amarte...

(251112)

sábado, 22 de diciembre de 2012

Pronuncio tu nombre


pausada y pacífica,
con cada letra te materializo
y tu piel empieza a envolverme.

Porque, verás…
sucede que codicio tu olor
y mientras trato de olvidar distancia
me visita tu mirada
y me desmigaja cada poro con un beso,
se atreve, insolente, tu recuerdo
a mostrarme ciertas formas de placer.

Y te preguntarás vos
de dónde sale tanta locura,
para mí es sencillo,
la música me rige la vida,
tu respiración entre mis pechos me exalta,
el sonido de tus pasos me alerta.

Nada pierdo,
Nada extravío en este tiempo
Mas bien gano,
tu cercanía mientras me instalo en la lejanía,
tu mano que sostiene mis fantasías,
tu voz tintineante contándome historias de la guerra,
tus ojos acechándome previo un beso.
(180712)

Karlita

Nunca me gustó que me llamaran así. Denota pequeñez, debilidad, dependencia.

Nunca me gustó... porque resulta que esa niña se fue hace mucho tiempo, no lo digo con tono sufrido, es solo un hecho fáctico. Una certeza con fecha en el calendario.

Pero hoy recordé a Karlita. Era una niña tan dulce, tan callada, tan amorosa. Le encantaban los dulces de algodón rosados y esos globos que parecen haber salido de una batalla de pintura, como chorreados de tanta festividad. Siempre fue soñadora esa niña.

Tenía 5 años cuando supo que la vida era para ser feliz, para aprender colores, para escuchar palabras chistosas, para esperar hermanitos que le hicieran compañía. A Karlita le costaba terminar la comida que le servían, nunca fue de gran apetito, sus cabellos inmensamente negros eran herencia de una abuela india y la tristeza no se le asomaba por ningún lado.

Tenía la virtud de reconocer el olor de sus padres a medida que se acercaban, eran olores tan definidos y concretos. Uno de sus entretenimientos favoritos era ir a una lomita con su papá, ahí abundaban las "dormilonas", esas plantas que al tocarlas se cierran y permanecen unos momentos de invernación, le parecía fascinante ver como se ocultaban tímidas esas hojitas verdes. Siempre le pareció que era una forma "linda" de ocultarse.

Karlita... a nadie nunca le he comentado esto a nadie, la extraño. Me parece que fui una ingrata al guardarla en algún rincón de la memoria, ella no tuvo la culpa de los sucesos que hicieron que la condenada y señalada fuera ella y no otros. Extraño la fascinación y admiración con que veía todo: las estrellas, las olas del mar, los colores de las flores, las formas de las nubes, los ojos de las personas, el pelaje de los perros. Extraño su valentía de abrazar a la gente, su ignorancia de las cosas malas, su inmensa capacidad de preguntar lo que no entendía sin pena. La extraño tanto. Treinta años tuvieron que pasar para que me diera cuenta que me hace tanta falta la niña que siempre quise ser.

Lo sé, le debo una infinita disculpa a esta niña, no sé dónde estará ahora, tengo tanto tiempo de no verla. Esta noche he deseado abrazarla.

(191212)

Intro

Hace casi cinco años inicié un blog, ha mutado mucho desde entonces, La Siguiente Accidentalidad me ha dado muchas experiencias y satisfacciones; ha sido, desde entonces, una forma de expresión y de consuelo, pero resulta que ese espacio bastante íntimo no presta las condiciones más serias como para escribir textos que nada tengan que ver con la realidad... o casi...

Este año Miguel me retó a tomar en serio mi profesión y a escribir no solo anécdotas o meros comentarios de mi día a día. Es por eso que los textos literarios (o que pretenden serlo) serán publicados vez que sea necesario acá.

Las etiquetas de clasificación serán básicas: Poesía, Cuentos, Narrativa... y otras que vayan surgiendo.

Bienvenidos a este accidente... bastante serio.