domingo, 14 de abril de 2013

Concentrarse

cuesta mucho
cuando existe un cuerpo
en el último recuerdo de un orgasmo.

No hay manera de concentrarse
cuando tu última caricia aún me recorre
cuando recorro una vez más
la ruta que marcaron tus besos.

Una no puede vivir así,
termino diciéndome que padezco
de falta de voluntad,
de incesante locura,
de quebrantable alegría
cuando no te asomas
en los pliegues de mi sábana.

Qué difícil es vivir sin tu abrazo en las madrugadas
o sin tu risa de las 3 p.m.
Qué difícil es proponerse ser cuerda
cuando no existe mejor locura que esta que me regalas.

Y lo sé perfectamente,
cuando nos veamos
seremos dos viejos bien medidos,
serenos adultos responsables,
compadeceremos ante el juicio recto
de un afecto a todas luces perfecto.

Entre plática y plática,
los libros leídos,
el cine de los miércoles,
los cafés compartidos,
los planes a futuro,
ese futuro que no es futuro para nadie,
nos daremos cuenta que somos serios,
que somos un par de aburridos,
que nos divierten tantas tonterías,
que no esperamos nada
para no obligarnos a nada.

En medio de todo eso,
cuando ya nada parece cierto
y todo es verdad
(esa verdad adulta, seria, aburrida y bien medida)
desbordará mi deseo por tus besos,
mi cuerpo reconocerá de nuevo a tus dedos,
tu cuerpo encajará perfecto en el mío
y de nuevo será imposible pensar en la verdad,
aquella verdad adulta, seria, aburrida y bien medida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario