jueves, 29 de agosto de 2013

El susto

¿Escuchan ese ruidito? Es como si algo se estuviera desintegrando lentamente. ¿No lo escuchan?

Aquella noche decidió tirarse al piso fresco y recién trapeado para descansar, estaba harta de una semana que no prometía terminar nunca.

Nada la había preparado para lo que le esperaba... se había mudado a aquella casa dos meses atrás. Por supuesto los primeros días experimentó el miedo clásico de la soledad. Pasar de vivir con cinco personas a tener la compañía eventual de Mario la había hecho caer en la cuenta de algo que había olvidado: era miedosa.

En serio, yo escucho ese ruidito fino y tintillante y eso que soy medio sorda, no me engañen, ustedes tambien lo oyen.

Estaba viendo televisión, ese televisor viejo y arruinado que su papá le regaló y que había servido para que no se muriera de aburrimiento. Tal vez era que había retomado su afición por ver programas que hacían estudio biográfico de asesinos en serie, desde unos días atrás se sentía intranquila. Como si la sensación de sentirse observada no la abandonara nunca.

Decidió ir por un vaso con fresco.

Tal vez sea bueno que le llame a Mario, tal vez hablando con alguien pueda hacerme la loca y olvidar un rato ese ruido. Ustedes no están colaborando, él si lo hará.

Acostumbraba a andar descalsa en casa, era uno de esos disfrutes secretos que tienen muchas personas. Sentir lo fresco del piso en las plantas de los pies. Además así sentía que le dolían menos los pies y la espalda luego de una semana ardua de trabajo. Vivir sola tenía sus ventajas, podía realizar pequeños e inofensivos rituales sin ser juzgada, como eso... caminar descalza, bailar sensualmente sin que le diera pena ser observada por nadie, tomar el tarro de crema y embadurnarse las piernas lenta y pacientemente, tomar todo el jugo que le cupiera en pequeñas dosis mientras veía a cuatro nerds y tres locas amarse.

Pensó, mientras tomaba el primer sorbo, que deseaba las manos de Mario sobre sus caderas justo en aquel momento en el que estaba con la puerta de la refri abierta y ella tomando jugo... cerró los ojos para traerlo con su imaginación.

Posiblemente sea una alucinación y el ruido que estoy escuchando no sea cierto. Tal vez sería buena idea ir donde la Dra. Garay, digo... para contarle que la vida ha sido  magnífica sin pastillas, pero que de vez en cuando extraño las pláticas con ella.

Un día antes había discutido con su madre por teléfono, ella nunca estuvo de acuerdo con su decisión de ir a vivir sola. Creía que era demasiado peligroso que una mujer soltera fuera a vivir sola, peor aún, eso daba suficiente libertad para caer en excesos que podían agravar su salud mental. Peor aún, su hija podía ser feliz sin que ella pudiera participar de eso. La discusión fue tan fuerte que ambas habían decidido cesar la comunicación por un tiempo. Digamos la verdad, ella había decidido que no quería hablar con su mamá en un buen tiempo.

Subió las gradas, tomó posición cómoda para seguir viendo tele, hizo un recorrido rápido con su mirada, en la sala estaban apilados los libros recién mudados de domicilio, el televisor viejito encaramado en un banquito de plástico que compró a un precio muy modesto... la etiqueta decía $3.50... cuando lo encontró en una ferretería cercana a su casa. Entonces, al finaliza ese recorrido visual... lo vio.

¿Esos son unos bigotes?

Asomaban de la oscuridad, por debajo de la puerta que da al balcón... unos bigotillos que se movían, todos confluían de una nariz rosada. Fue abriendo los ojos a medida que un enorme ratón iba entrando por la rendija. Se fue sentando lentamente a medida que el animal iba avanzando. Nunca le ha tenido miedo a los roedores. No entendía por qué sentía esas enormes ganas de gritar. Contrariando el impulso inicial no hizo ruido, se quedó quieta... el ratón también.

Me está mirnado, me mira a los ojos, ¿qué querrá? es imposible que estés aquí, no podemos estar juntos. 

Por qué estás entrando, no es correcto que vengas a mi casa. Tenes la desfachatez de quedarte quieto, viéndome... ¿o estás paralizado?

¿Por qué no reaccionas? ¿Por qué te has quedado paralizada?

¿Ahora qué hago?

¿Ahora qué hago? 

Ese instante en el que ambos (mujer y ratón) se habían quedado silentes e inmóviles parecía eterno. Uno no sospechaba que el otro pensaba que mutuamente eran intrusos, eran extraños, que estaban asustados.

Ella fue la primera que empezó a moverse, alargó el brazo y agarró el celular, abrió el canal de comunicación con Mario. Escribió una sola palabra.... "Ratoooooooooooon!"... si, lo escribió como si lo hubiera gritado.

Aquel grito escrito tuvo el mismo efecto que hubiera tenido un grito... el ratón se espantó y salió corriendo, regresó a la rendija de la puerta y se perdió en la oscuridad del balcón.

Nunca vayas ahí - dijo agitado aún a un colega que le daba aire con un papelito- ahí hay una mujer que grita en silencio! No te imaginas el susto... esas son las peores, concluyó.







No hay comentarios:

Publicar un comentario