viernes, 1 de noviembre de 2013

Despertar

Abrís los ojos y te preguntás por qué siempre tenes este tipo de sueños. Creo que estás un poco cansada de no saber cómo controlar esas ilusiones oníricas. Dormir así no te permite descansar.

Te das cuenta que el día no ha terminado de llegar, el reloj no alcanzó a sonar. Desactivas la alarma como burlándote de él, jamás te gana, siempre despertas antes de que él haga su escándalo matutino. Te levantás y te vas directo a la ducha. El agua fría te trae de golpe a la realidad, mientras lavas tu cabello empezas a hacer recuento de las cosas que debes hacer al llegar a la oficina, inmediatamente te viene a la mente todas las cosas que dijiste que harías este año, a nivel personal, y que aún están en calidad de "pendientes". La ducha siempre ha sido un lugar-espacio donde te recriminas. No sos piadosa con vos misma, te recriminas las hemorragias que viviste casi un año, las libras acumuladas en el abdomen, los dos lunares nuevos que te han salido, la cobardía de no arreglar algunas cosas. Debes parar, no sos perfecta, sos un ser humano proclive al error; eso no es lo malo, lo malo es no querer dejar el error. 

Secar tu mata de cabello siempre ha sido un problema, en ese momento, más que nunca parece interminable y a pesar de que se te cae interminablemente jamás aminora su cantidad, el agua que queda retenida en él alcanza para empaparte de nuevo. Posiblemente por eso siempre te gustó caminar bajo la lluvia, porque tenías la sensación de resguardar lluvia en vos. 

Sos una tonta. Apurate, debes ir al trabajo. 

Secas tu cabello, te pones la ropa y luego empiezas a peinarte, sos la mismíta de hace diez años, solo que con treinta libras más, fuera de eso, tus gestos, tu rostro y tu cabello son prácticamente los mismos. Quisieras, increíblemente, ir cambiando ya. Que los años de verdad hagan su trabajo, que esta maitra que se refleja en el espejo deje de gustar de la música rock, de los silencios y de la compañía controlada. Tengo que decirte que ese concepto que inventaste, "compañía controlada", es bien interesante. De alguna manera debías explicar que solo gozas de ciertas presencias, las masas siguen dándote temor. Recordas que esta noche Miguel se quedará en tu casa. Esbozas una sonrisa estúpida. Algo extraño ha sucedido en tu corazón.

Bajas a la cocina, tomas una galleta de la alacena y un yogurt de la refri, los metes en tu cartera y agarrás las llaves... saludas a las plantas... hoy de maitra te han agarrado locuras, le hablas a las plantas porque una vez tu mamá te dijo que si les hablabas, las plantas crecían mejor y más lindas. 

Caminas como todos los días a la parada del bus, hoy particularmente está llena de gente, menos mal que los cipotes ya no van a clases, sino estaría más lleno. Hay toda una variedad de personas: mujeres en tacones y maquilladas, hombres encorbatados, hombres más humildemente vestidos, seguramente operarios, mujeres que se dedican a las ventas y vos, en tus inequívocos jeans y chanclas viejas. Nadie sospecharía que alguna vez fuiste profesora. 

Llega el bus, sos de las primeras en subir y eso te asegura un asiento, te topas al lado de la ventana, es el mejor lugar para ignorar a la gente, te pones los audífonos, los primeros acordes de Flor de Loto aparecen, siempre te encantó esa canción, la voz pastosa de Enrique engañándote, diciéndote que vos podes ser la Flor de Loto de cualquier hombre, eras tan niña cuando te enamoraste de la canción y de él, hace veinte años ya. Haciendo un esfuerzo de memoria te das cuenta que 1993 fue un año determinante para la conformación de tu caracter. Ese mismo que ahora te dice que es bueno ignorar a ciertas personas. 

El bus empieza su recorrido, vas pensando en tu hermana que quedó dormida en tu casa, a veces no sabes amar de la manera en que los demás necesitan ser amados, sin embargo estás bien segura que la amas, de una forma terriblemente tuya. Pensas en su seguridad, en su bienestar y en que quisieras que el pendejo que un día la golpeo sufra el resto de su vida. Por supuesto, esas son tus víceras hablando, sabes que no será así. Sabes que ella crecerá, se convertirá en adulta, que le faltan un par de malos amores para entender que los principes azules no existen y que ella es más fuerte de lo que en realidad piensa. 

En el recorrido el bus se va llenando, ya no hay asientos vacíos, cerca de la nacional, una señora se subió, por alguna extraña razón llamó tu atención, era una mujer alta, morena, gorda, de pecho amplio y un poco caído, su cabello agarrado en un moño mostraba algunas canas, portaba un primoroso delantal. Recordaste que Emmety está haciendo una investigación antropológica sobre los delantales en las señoras del mercado. Evidentemente esta señora tenía un estatus social alto en el mercado, asi lo mostraba su delantal blanco, lleno de encaje primoroso y flores minusculas, caminó hasta quedar al lado del asiento en el que ibas. La mirabas de reojo, no podías dejar de verla. Tenías la sensación de haberla visto ya en alguna otra ocasión, en algún otro lugar, en algún otro tiempo. Pero ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿por qué?

De repente la gente empezó a movilizarse, para dejar pasar a alguien; era moreno, pequeño, pelo corto, mal vestido, con cara de furia, con ojos de fuego. Todos los pasajeros que iban de pie se apartaban un poco, caminaba con tanto ahínco que pasó golpeando a varios. Se detuvo a unos centímetros de la mujer, la persona que iba sentada a tu lado se levantó, pensaste que la señora se sentaría, pero todo ocurrió tan rápido. 

Todo iba despacio, él sacó un arma, abrió un poco las piernas para buscar estabilidad, apuntó y disparó a la cabeza de la mujer. Ninguno dijo nada antes del disparo. El grito de muchas personas y su movimiento buscando resguardo se produjo milésimas de segundo al sonido del disparo. La mujer se desplomó sobre vos.

¿Que se siente tener cerca a la muerte?

Tu instinto te dijo que buscaras quitarte a la mujer herida de encima, sentías su sangre cubriéndote, cuando alzaste la mirada lo tenías enfrente, su cara de odio en la edad de un niño te miraba fijamente, te apuntaba ahora. No podías hablar, además ¿qué le dirías? Nada podes hacer. Escuchas otro disparo, cerras fuertemente los ojos y al abrirlos...

"¿Por qué siempre tengo este tipo de sueños?"

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